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¿Por qué persiste la brecha digital en América Latina?

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Pablo Josué Martínez

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El acceso a internet hace años pasó de ser un privilegio, a un bien básico. Ante esta situación, los diferentes gobiernos y las empresas de la región se enfrentan al reto de universalizar el acceso a las nuevas tecnologías en el menor tiempo posible.

De hecho, las consecuencias de no iniciar un proceso de transformación digital y entrar a un mercado globalizado desde años previos, se agravaron con la coyuntura generada por el COVID-19. Tan compleja es la situación que América Latina experimentó una caída del PIB regional del 7,9% y vio cerrar más de 2,7 millones de compañías desde que inició la emergencia sanitaria.

Estas cifras representan, de acuerdo a la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), más de 8.5 millones de puestos de trabajo perdidos en un mercado laboral que, previo a la crisis de la COVID-19, contaba con un 40% de los trabajadores sin acceso a ninguna clase de protección social.

Causas del rezago tecnológico de la región

En la mayoría de los países de América Latina, la bonanza de los precios récord que tenían las materias primas por las crecientes importaciones de China, despistó la atención en un mundo que se movilizaba hacia una economía digital: un nuevo escenario global en el que empresas como Google, Amazon o Apple son más valiosas que el producto bruto de distintos países.

Repasemos los principales aspectos que han promovido la baja competitividad digital que hoy tenemos como región.

Falta de talento humano capacitado

En América Latina no supimos prepararnos para responder efectivamente a las nuevas dinámicas del mercado. La falta de una política estable, elevados impuestos corporativos, y la aún polémica tasa de analfabetismo nos encierran en un círculo vicioso de rezago.

Además, la falta de programas académicos actualizados y talento tech ha imposibilitado responder a un mundo cada vez más dependiente de la tecnología.

No solo las empresas como Facebook necesitan científicos de datos, programadores, diseñadores, etc. Nuestros nuevos hábitos de consumo, hicieron que todas las industrias perciban la necesidad de implementar los algoritmos a su operación diaria para responder efectivamente a las necesidades de un consumidor cada vez más ansioso y exigente.

En la región, nos olvidamos de mejorar los estándares educativos y de hacernos más competitivos en ciencia, tecnología e innovación. Lo anterior, parece explicar la razón por la que los países sudamericanos ocupan con frecuencia los últimos puestos en las pruebas internacionales PISA de estudiantes. Más impactante aún, la baja producción de patentes internacionales que, como región, no representan ni el 5% de las generadas por países como Corea del Sur, según la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos.

Gap lingüístico

Existe una brecha entre las tecnologías provenientes de países de lengua inglesa (idioma digital hegemónico) y española. Las consecuencias de esta situación, se reflejan en el número de oportunidades que genera la tecnología en función del idioma desde el cual es producida.

Por ejemplo, la brecha en la inversión de I+D+i que existe entre los países anglosajones e hispanohablantes, se ve reflejada en la capacidad de producir modelos entrenados competitivos. Esto hace que, por ejempleo, a medida que la inteligencia artificial se convierte en una herramienta para aumentar las capacidades humanas, los hablantes nativos de español no tengamos acceso en igualdad de condiciones a esa tecnología.

Esta situación también genera consecuencias directas en el mundo empresarial. El hecho de que haya menos usuarios que adoptan el español en sus interacciones con las máquinas, se refleja en una menor disponibilidad de datos para este idioma. Lo anterior, limita los desarrollos tecnológicos, hace que se atraiga una menor inversión, y lleva a un menor número de desarrolladores interesados en generar nuevos servicios para este mercado.

Para el sistema empresarial de los países hispanohablantes, esta demora en la optimización en español retrasa el acceso y la implantación de nuevas tecnologías que aumentan la productividad y la competitividad a nivel país, conduciendo a la pérdida de oportunidades de generación de ingresos, ahorro de costes, empleo e inversión.

Falta de incentivos para acceder a tecnología

La mayoría de los países de América Latina no son grandes productores de tecnología. Muchos de los artefactos electrónicos y gadgets que utilizamos diariamente (celulares, tablets o computadores) son importados. Como si fuera poco, las empresas de la región invierten la mayor parte de sus presupuestos en software comercial ofertado por las grandes multinacionales.

Como si fuera poco, durante años ha persistido la dificultad para que nuevos operadores de red móvil entren a operar; actores fundamentales para el cierre de la brecha digital. Por ejemplo, México y Colombia son los países que tienen el costo por gigabyte más alto del planeta, con un promedio de US$3,5. Este precio, casi como un efecto dominó, limita el número de usuarios que utilizan canales y plataformas digitales para mejorar su calidad de vida.

Un ejemplo de esto es el caso de India en 2016, donde la disminución del costo por GB (aproximadamente US$0.09) impulsó el uso de la tecnología en los ciudadanos, llegando a triplicar el volumen de descargas de aplicaciones, las transacciones virtuales y el tráfico online.

Escasa inversión en tecnología

Los países y las empresas que invirtieron previamente en tecnología están afrontando mucho mejor los retos de la pandemia. Esta crisis, al tiempo que puso en evidencia la perduración de las tendencias digitales en el futuro, demostró que la tecnología está en el lado correcto del cambio.

Tanto así que, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas de España, la inversión mundial en tecnología superó en 2020 los US$4 billones, un 3,4% más que lo gastado el año inmediatamente anterior.

En América Latina, los países que más recursos destinaron fueron Brasil, Chile y Argentina. Sin embargo, la inversión en la región es mucho menor que la media de inversión mundial. Tenemos casos en los que países como Colombia invierten cerca del 0,4% de su producto interno bruto (PIB) en actividades de ciencia y tecnología, mientras líderes del sector como Suiza, Alemania y Finlandia más de 4,0%.

En resumen

El mercado internacional encontró en la conectividad y la tecnología las mejores soluciones para hacer frente a los efectos devastadores que trajo la pandemia generada por el nuevo coronavirus (COVID-19). Sin embargo, en América Latina los beneficios de la digitalización se vieron condicionados. Aún en 2021, en la mayoría de los países el acceso a banda ancha de Internet no llega ni al 50% de los hogares.

Más todavía, una tradicional forma de operar y una modesta inversión en tecnología de compararse con otros países del planeta, se tradujo en exclusión y menos oportunidades. Todas estas condicionantes, imposibilitan acceder a trabajo, educación y capactiación remota.

La actual pandemia, simplemente fue un acelerador de procesos de transformación que continuarán por los próximos años. Es fundamental, por lo tanto, dinamizar las economías de la región a medida que encaramos la recuperación.

En este escenario se vuelve fundamental fomentar la producción, el comercio y la oferta de servicios soportados en una sólida base digital. La situación que vivimos hoy como región nos demuestran que subirse al tren de la digitalización es un desafío que no puede dar más espera.

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